lunes, 9 de abril de 2007

Saga de hazañas en presente histórico


Aníbal Barca:

Gloria y muerte en fracciones

Fue un genio caído del cielo, por lo menos así pareció tras cada batalla librada con astucia desenfadada. Siendo todavía niño juró a su padre odio eterno a Roma y durante los dieciocho años de la segunda guerra Púnica fue fiel a la precoz promesa. Jamás hubo un táctico como él, frío y analítico en cada reyerta. Su único y fatal error: carecer de una estrategia global que le permitiese ser amo y señor del epicentro de la “bota italiana”. He aquí los momentos cruciales del sucesor de Amilcar. En fragmentos, el hombre que casi tuvo a “la loba” a sus pies.

Por Elías Cortés Zúñiga

El nuevo líder cruza el Ebro

Cártago había perdido Córcega y Cerdeña en manos romanas. El pacto de “no agresión” que puso fin a la primera guerra Púnica, poco le importó a los italianos. De este modo, Amilcar Barca emprendió la conquista de Hispania: había que explotar la península ibérica para así poder pagar la indemnización acordada a Roma. En ello, Amilcar perdió la vida. Fue su yerno Asdrúbal quien reflotó el poderío cartaginés y restituyó el imperio comercial gracias a una política de alianzas con el pueblo hispano. Los romanos, viendo resurgir la amenaza, obligaron al nuevo líder a firmar el tratado de Ebro, en el que se comprometían a no cruzar el río del mismo nombre. Casualmente, una vez logrado el acuerdo, el cabecilla fue ultimado.

“Asesinaron a Asdrúbal, hay que elegir a un nuevo líder”. El clamor era un eco en las huestes. El ejército tuvo la misión de nombrar un nuevo dirigente. La elección: un joven de 26 años. Lo común con quienes lo antecedieron: el apellido, pues era hijo de Amilcar. Su nombre: Aníbal.

El arrojo de este mozalbete sólo se había visto en su padre. Pese a su corta edad poseía una visión y capacidad militar únicas, era cuestión de tiempo verlo enfrentarse a Roma. Y así lo hizo. Luego de sitiar Sagunto –localidad con partidarios cartagineses y romanos- la ciudad solicitó ayuda a Roma, la que exige a Aníbal su retirada. “Al principio no le tenía mucha confianza, de hecho no me parecía correcta su elección, pero desde la primera escaramuza demostró que la sangre y el valor de Amilcar corría por sus venas”, declaró un general de Cártago. El nuevo líder, tras ocho meses de asedio, tomó Sagunto en junio de 218 a.c. y osó cruzar el Ebro.

Desde el comienzo desafió a los romanos, la animadversión no era gratuita. Por petición expresa de su padre, cuando Aníbal aún era un niño, juró odio eterno a Roma. No había otro destino. Nace un nuevo conflicto romano – cartaginés.


¿Será Marsella? ¡No, va hacia Italia!

Tal y como esperaba Aníbal, Roma le declaró la guerra, a lo que éste contestó movilizando sus tropas hacia el norte de Hispania. “Barca se dirigía a Marsella –ciudad aliada de Roma-, hubiese ofrecido mi vida como aval de tal afirmación. Por fortuna no se me cobró la palabra, pues fallé, y quedé en ridículo frente al Senado”. Es el recuerdo del cónsul romano Publio Cornelio Escipión, quien se resguardó en la ciudad gala esperando la llegada del ejército de Cártago, sin prever la astuta movida que realizaría Aníbal.

Cuando todo indicaba que el destino de las tropas cartaginesas sería la ciudad gala, Aníbal enmienda el rumbo y avanzó en dirección hacia el río Ródano. Cuando los romanos se percataron del error de apreciación siguieron la huella de Barca, pero ya era tarde. Éste último se dispuso a cruzar el Ródano con 38 mil infantes, 8 mil jinetes y 34 elefantes, recién en ese momento los jinetes númidas –aliados de Cartago- avistaron las fuerzas enemigas a un día de distancia. La predicción de Escipión falló rotundamente, y de nada le sirvió emplear todos sus recursos en tratar de dar alcance al ejército cartaginés, el Ródano ya había sido cruzado.

¿Qué hizo quedar en ridículo a Escipión? ¿Lo inverosímil de la movida rival? No era común tal disposición táctica. Las tropas de Cártago se caracterizaban por su frontalidad, tanto en batalla como en los desplazamientos, por lo que nada hacía prever la movilidad de la cual Aníbal dotaría a su ejército. El cerco impuesto por Publio Cornelio fue burlado –ni siquiera enfrentado- y el Cónsul presuroso se dirige hacia Roma a dar cuenta de la situación al Senado. El destino del hijo de Amílcar no era otro que Italia.

Continuará...

3 comentarios:

chechollanes dijo...

Que alegría volver a leerte en la blogósfera.

Un fuerte abrazo.

Opinando.cl está ahí. En el vientre.

CarloSCL dijo...

wena cortez chico!!

CarloSCL dijo...

Bueno Cortes Grande!!!